sábado, 4 de mayo de 2013















Antes de conocernos pudimos sentirnos en el vientre de nuestra madre un universo inundado de calidez, fe y expectativa nos acunaba pacientemente mientras nos cubría a cada una con aquel manto tibio que animaba a nuestros cuerpos a desarrollarse al paso de las manecillas del reloj. Cada órgano y extremidad se fue formando, y en medio de ese milagro creativo fuimos creciendo hasta que aquel hogar se hizo tan estrecho que nuestros pocos movimientos, eran traducidos por nuestra madre como suaves cosquillas por detrás del ombligo. Allí estaba muy oscuro para vernos y transcurridos ocho meses nos inundó el afán por conocernos, lo que se esperaba como una consulta de rutina, terminó en un parto de emergencia. Mi hermana fue la primera en nacer, y con tan solo dos minutos de diferencia nací yo. Ella estaba frágil debido a la presión que había soportado de mi cuerpo cuando estuvimos allí dentro, le faltaba el aire, y fue llevada de emergencia a una cápsula de cristal que emanaba un calor similar al del vientre de nuestra madre. Finalmente tras haber esperado dos largos días sobre el pecho de mamá, la pude conocer y a partir de ahí comenzamos a vivir nuevamente , pero ahora en la dimensión de la tierra donde se formó el primer nudo que empezó a tejer el lazo que ha venido entrecruzando nuestra existencia.


Catalina y Daniela. 1990

No hay comentarios.:

Publicar un comentario